PEPI CASAS SILVA
HISTORIA DE MI FAMILIA

Nuestros padres se llamaban:

Juan Casas Castro e Isabel Silva Toledo.

Durante mucho tiempo vivieron en el cortijo de la Arraez Baja.

Juan Casas Castro

Isabel Silva Toledo

Mientras vivieron en el cortijo, nuestra madre, aunque no les sobraba, siempre tuvo la bondad de ayudar a todas las personas que pasaban por su casa durante los años de la guerra y la posguerra, o como le decimos nosotros, los años de la hambre.

Aquella gente, casi siempre eran vecinos de Facinas, que si iban a coger tagarninas, espárragos, etc…, ella les regalaba garbanzos y tocino para que así pudieran hacer una buena puchera de tagarninas.

Si llovía, lo normal era que llegara alguna persona mojada y que no podía cruzar el río por su crecida, ella, los ponía alrededor del fuego en la cocina para que secaran sus ropas y les daba algo de comer.

Para mucha de la gente de Facinas que pasaba hambre, siempre tenía un buen tazón de leche y un trozo de pan, no podía soportar ver a nadie pasar hambre.

Nuestra madre, tuvo siete hijos, tres niños y cuatro niñas con poca diferencia de edad entre los siete. A los tres meses de nacer mi hermano pequeño y acabado yo de cumplir cuatro años, perdimos a nuestra madre que por desgracia murió joven.

Allí, en el cortijo, quedamos los siete con mi padre y mi querida abuela Maria Toledo, que aunque ciega y con el pesar y la pena de haber perdido a su hija, fue muy importante para nosotros.

Para reconocernos, nos tocaba las manos y la cara y nos hacía hablar.

La abuela María Toledo

También vivían con nosotros dos de nuestros tíos:

Pepe Silva Toledo, el único hermano de mi madre y

Alfonso Casas Castro el hermano mayor de mi padre.

Todos juntos, tuvimos que empezar una nueva vida, ya que sin nuestra madre, nada sería igual.

Mi hermana Juana, la mayor de ellas, se convirtió en nuestra segunda madre y aunque se casó pronto, nos siguió ayudando mucho.

Mi hermano Antonio, no tardó en comenzar a trabajar y consiguió trabajo con los americanos que estuvieron buscando petróleo por esta zona, más tarde se iría a la mili y una vez licenciado se marcho a Zaragoza, donde hoy día vive con su mujer y sus hijos, aunque siempre que puede hace una escapadita a su querida Facinas.

Poco a poco fue pasando el tiempo y también se marcho mi hermano Alfonso, primero a trabajar a Marbella y después a Barcelona, que venía de año en año por el mes de agosto.

Después de Alfonso se iría mi hermana Mari Luz, que al poco tiempo de casarse se llevó con ella a mi hermano Juanito, el más pequeño, que por entonces tenía catorce años y que hasta los cinco años, lo crió mi tía Dolores Casas.

Quedando allí mi hermana Isabel y yo, ya que mi hermana Juana, junto a su marido Rafael Trujillo Picazo y sus seis hijos se fueron a Tarrasa, donde gracias a Dios siguen viviendo muy bien.

De todos nosotros, la única que se quedó en Facinas fue mi hermana Isabel, que hoy día vive en Vico junto a su marido José Canas y sus hijos.

Algunos de los hermanos Casas Silva

Boda de mi hermana Isabel y José Canas

Y yo, Pepi Casas, la pequeña de las hermanas, también me marche del pueblo.

En Facinas conocí a mi marido, un Guardia Civil extremeño llamado Vicente Olivares, que después de diez años de feliz matrimonio, en 1980, por capricho del destino y por culpa de una enfermedad, falleció.

Mi marido Vicente y yo en la Feria de Tahivilla

Día del Pilar en el antiguo Cuartel de la Guardia Civil de Facinas

En el patio del Cuartel. Encarni Campos, mi hijo Francis y Marina Iglesias.

Al quedarme sola con mis tres hijos, Francis de ocho años, Vicente de seis años y Esteban de dos años, con una pensión de 13.000 de las antiguas pesetas me tuve que ir a vivir con mi hermana y mi cuñado a Barcelona.

Sin encontrar trabajo y a los dos años y pensando nada mas que en darle a mis hijos un futuro mejor, tome una de las decisiones más importantes de mi vida y que hoy día le doy gracias a Dios por que en aquellos momentos tan difíciles me diera la fuerza necesaria para dar un paso tan importante en mi vida.

Me vine a Madrid, aquí encontré trabajo y gracias a Dios todo salio bien, aunque todavía, nadie me puede quitar la pena que sentí al tener que dejar a mis tres hijos en el Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil para que así pudieran estudiar.

Los tres están casados viven cerca de mí y ya me han dado dos nietas. Espero que vengan más nietos.

Boda de mi hijo Vicente en Mallorca

Quiero dedicar esta historia de mi familia y mía propia:

A mis padres que ya no están, a mi marido Vicente que ya hace veintiocho años que falta, a todos mis hermanos, hermanas y sus familias, que Dios nos de salud y suerte en la vida.


Hermanos Casas Silva. Juan, Juana, Alfonso, Antonio, Pepi, Isabel y MªLuz

Sin poder olvidarme de ellos, también quisiera mandarles un fuerte abrazo a mi querida Camila, Antonio y sus hijos, y a mi ángel, que siempre llevo en mi corazón, Marina Iglesias.

Y como de bien nacido, es bien ser agradecido, en estas líneas, un recuerdo muy especial para mi suegra Paca, mis cuñadas/os Amparo, Antonio, Manoli y Germán Paz y a todos mis sobrinos.

Mi mayor deseo, sería volver a mi pueblo, Facinas, de donde salí llorando y cuando todavía la recuerdo, sigo llorando.

 

PEPI CASAS SILVA HIJA DEL PUEBLO DE FACINAS

Este mensaje de amor de madre se lo dedico a mis hijos y a mis hijas, porque sus esposas son hijas para mí, y no digamos mis dos soles Sofía y Silvia que son la alegría de mi vida.

Quiero hacer esto por mis hijos y contar algunas de sus travesuras de pequeños.

Yo, al sentirme padre y madre a la vez, quizás no supe hacer ninguna de las dos cosas. Por un lado estaba la madre temerosa, no quería hacerles daño y por el otro estaba el papel de padre y tenía que ser un poco dura, pero no podía hacerlo porque me salía la madre, esa madre que sentía miedo. Algún día cogía la zapatilla de estar en casa y les daba un poco en el culete.

Después de morir su padre yo pasé muchos nervios; el no tener trabajo, el verme sola… Cuando los miraba se me caía el alma al suelo.

Francis, el mayor, enseguida se hizo muy responsable con sus hermanos y muy protector con ellos.

Siempre estaban juntos y su primo Carlos también. Vicente fue muy independiente, siempre muy estudioso. Un día, después de las clases, se quedaron jugando a fútbol en el patio del colegio. Luego se puso a llover muy fuerte. Francis, con sólo 8 años, sin pensarlo al ver que llovía tanto, cogió a su hermano pequeño Esteban, de 2 años y cargó con él hasta que llegaron los tres a casa. Estaban mojaditos. Al chiquitín sólo se le ocurrió decir: "mama es que picheaba mucho".

Ellos, como niños, no comprendían mis dificultades económicas, pero yo les compraba lo que les hacía falta, un mes a uno y otro mes a otro, y así iba tirando poco a poco. Yo les buscaba las zapatillas más baratas, pero ellos arrastraban las punteras para romperlas pronto. Pasaron los dos primeros años y fue cuando decidí ir a Madrid.

Ellos no querían, Francis y Vicente tenían su pandilla de amigos del cole, practicaban judo y jugaban a fútbol. Entre ellos seguía el pequeño que era la sombra de los hermanos y de su primo Carlos. Se ganaron el corazón de los clientes del bar de mi hermana Juana, quien siempre les daba pastelitos de la pantera rosa y bollicaos.

Al venir a Madrid, al Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil, Francis lo paso muy mal, Vicente un poco mejor. El pobre entraba en la capilla del colegio para rezar y pedía que me saliera un trabajo pronto y que fuera cerca de ellos. Gracias a dios al mes ya estaba trabajando en una portería al lado de ellos.

Poco a poco la economía mejoro bastante y ya podía comprarles todo lo que querían. De lunes a domingo estábamos juntos siempre, pero por eso no dejaron de ser duras ni sus vidas ni la mía.

A Francis nunca le gusto estar allí, y yo no puedo olvidar el primer día que se quedaron a dormir en el Colegio. Llenos de pena, era la primera vez que no dormían en casa, sus lágrimas y sus caritas las llevo como Dios llevó la cruz.

Me acuerdo del día que salimos de Barcelona, mi hermano me llevo al Monasterio de Montserrat, y le pedí a la virgen salud para mis hijos, y que hiciera de ellos buenas personas y que supieran llevar su vida por el buen camino.

GRACIAS A DIOS, con mayúsculas, se cumplieron mis deseos. Tengo los mejores hijos y las mejores personas que puede pedir una madre. Los tres eligieron la profesión de su padre y se sienten muy orgullosos. Nadie les regaló nada, lo ganaron con esfuerzo y sacrificio.

Son felices con sus mujeres, y yo mucho más. Cuando los miro, el corazón se me abre como una rosa, cuando los veo que se quieren tanto no olvido que si dios cierra una puerta seguro que se abre una ventana. Conmigo fue así.

Sólo pido que tanto Vicente y Sandra como Esteban y Paqui me den nietos. Ya tengo dos soles de Francis y Raquel, Sofía y Silvia.

Esto es lo que puedo decir, que tengo el tesoro más grande del mundo, mis queridos hijos, que se cien veces viviera cien veces les daría mi vida.

Gracias Francis, gracias Vicente y gracias Esteban, mi alma y mi corazón siempre serán para vosotros.

OS QUIERO Y ESTE HOMENAJE ES PARA VOSOTROS, VUESTRA MADRE

Pepi Casas Silva


Valdemoro. 12-10-08